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Nos dicen que la poesía no salva a nadie. Las poetas hicimos el amor con las luces apagadas, desde siempre. La locura fue porque prendimos la luz. Cada poema es un fuego, le guste a quien le guste, le pese a quien le pese. Y acá estamos brillantes, miren. En la librería, un cliente me dice que Alejandra tuvo un final acorde a su vida. En la librería, un cliente me dice que la poesía joven es simplona. Recibo poemas desde Ecuador, Colombia, México, Nicaragua: con algunos lloro. Me llama por teléfono un amigo y me dice que no exagere. Amigas: la verdadera justicia poética es a veces tan sencilla. Habrá que escribir y escribir hasta recordar y recordar en exceso.
GRAVIOTTO ELIZABETH MAIA
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