Tenemos un arquero que es una maravilla, ataja los penales sentado en una sillapor el arquero Héctor Ricardo de Rosario Central en la década del 40, me lo enseñó a cantar mi tío Potocho cuando tenía un año. En un clásico en cancha de la lepra, las mujeres desde la tribuna le gritaban de todo al Torito Aguirre. Negro, Negro Verdulero, y hasta lo puteaban. Y entonces el Torito hizo un gol y se fue derechito a esa tribuna y les mostró los genitalesme lo contaba mi tío Pacheco matándose de risa cuando tenía diez años. Ganamos o perdemos, a Central lo queremosme consolaba mi tío Pibe cada vez que perdíamos. Y es que los tíos, generalmente, son los encargados de fortalecer nuestra elección futbolística. Ellos, contándonos las anécdotas de nuestro equipo, fueron trasmitiendo boca a boca y de generación en generación la rica historia canaya. Los estoy viendo a mis tíos cómo gesticulaban ante mí y se esforzaban en evangelizarme. Y la verdad es que lo consiguieron. Pero los tiempos cambian. Ahora se dispone de otros medios para afianzar nuestra cultura auriazul. Ya en los hogares centralistas los niños tararean canciones de La Descontroladay más de uno hasta reconoce las voces de los conductores del programa Rosario de Central Y ni qué decir de las imágenes que brinda la TV mostrando la enfervorizada tribuna auriazul agitando sus banderas. Todo contribuye para grabar a fuego a los precoces canayitas. Por si todo esto fuera poco, aparece Fabián Bazán con esta hermosa idea de volcar en un libro tantas anécdotas y relatos para que todo hincha de Rosario Central se sienta orgulloso de serlo. Y para que los niños hinchas amplíen sus conocimientos. Incluso para que él que aún no lo sea y tal vez se entusiasme leyéndolo y se sume a todos nosotros abrazando la misma pasión. Porque Fabián con sus relatos hace de tío, de tío canaya. Sus relatos son tan fidedignos y auténticos que seguramente apasionarán a los jóvenes lectores. Hasta descuento que más de un veterano
