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Una amiga me presta un libro de poemas, Niña soviética, de Liria Evangelista, y me presenta a la autora, de Buenos Aires de paso por Córdoba. Son textos en los que se entrelazan prosa y poesía, y donde describe su infancia y su padre comunista, que la llevaba a ver películas rusas en el cine Gaumont, en Buenos Aires. Vio Pasaron las grullas, vio El 41. Me gusta tanto el libro que le escribo agradeciendo y de regalo le mando un texto corto mío, El viaje, que cuenta un diálogo al que asistí entre un colimba, una señora y su hija adolescente en un ómnibus, muchos años atrás. Fue amor a primera vista entre la chica y el chico, que se las ingenió, hablando solamente con la madre, para conseguir todos los datos y los permisos necesarios para comenzar a visitarla, mientras la piba se abría como una flor. El candor y la belleza del momento me llevaron a intentar recuperarlo escribiéndolo, inventando el diálogo abía pasado demasiado tiempo como para reproducirlopero manteniéndome fiel a las sensaciones que me produjo cuando lo viví. Además pondría las manos en el fuego: ese amor prosperó y fue para siempre.
VIDELA ROBERTO
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