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Las historias de Líneas de horizonte responden, como todo lo que escribe la autora, a un universo propio. Son un reflejo geográfico y circunstancial de su vida. La escritura, la palabra dramática, ordena en todos los casos. La autora es esencialmente actriz y, como actriz, escribe. Nada construye sino desde la perspectiva de la acción dramática. Las formas, no los contenidos, derivan de escenas. En casi todas las obras, la esencia es el campo, tan presente en Huecos, en Ovejeros, en El perro de Artola. Es una parte íntima de una vida que pretende salirse de lo personal para enredarse en otros horizontes, menos autorreferenciales. En cambio, Tilcara no existe es menos propia. Y Totoras surge como un exabrupto, casi del todo incorrecto. Me gustaría verlas mutar y volverse carne en el múltiple horizonte de la escena como tan bellamente escribe en el prólogo sobre las obras María Rosa Pfeiffer.
ALBENIZ RAQUEL
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