Masacre En Barrio San Martin

Ese sábado, muy temprano, mientras el barrio se desperezaba y el sol comenzaba a calentar la fría mañana, la noticia circuló raudamente por las calles, dobló las esquinas e, impertinente, se metió en las casas por debajo de las puertas. Reptó hasta los dormitorios y sacó de la cama a muchos vecinos antes de hora. Sobrevoló las habitaciones interrumpiendo la ronda de mate y postergando los quehaceres hogareños. Enseguida, corrió de boca en boca como reguero de pólvora: algo grave, gravísimo, pasó en lo de los Yalovetzky, vea doña. No me digaSí, en el almacén de aquí a la vuelta. ¿Muertos? Sí, varios, parece. ¿Varios? ¿Cuántos? No se sabe doña, la policía no deja pasar a nadie déle, sáquese el delantal y vamos para allá, todo el mundo fue para allá. Bueno, espere que le deje el mate listo a mi esposo que todavía no se levantó. Es que los sábados el pobre duerme un poco más, ¿vio? No salga así, póngase la mañanita porque está frío. Vamos.Cuando las dos vecinas, apurando el paso, llegaron al lugar todo el mundo ya estaba allí, en la esquina de las calles Colombres y Obispo Ceballos. Frente a la legendaria plaza de los Burros, sobre la calle opuesta a la mole edilicia de los Baños, en el corazón de barrio San Martín. Dos centenares de curiosos por lo menos ya se habían agolpado frente al almacén Colombres, que permanecía con las puertas cerradas.Las vecinas, mezcladas entre el público, se encontraron con muchos conocidos que llegaron más temprano y les ganaron de mano. Curiosidad, avidez, un toque de angustia: todo eso mezclado era la sensación que flotaba en el ambiente. Por lo visto aquél no sería un sábado más.¿Qué cosa tan tremenda se esconde detrás de las paredes del almacén? La misma pregunta se repite una y otra vez: ¿Qué fue lo que pasó? Conjeturas, a lo sumo: parece que los mataron, vea, doña, cosa de no creer. ¿Muertos? ¿Quiénes? Todos los Yalovetzky, los cuatro. Dicen que los han matado a todos, pobre gente.